Carlomagno fue el Rey de los francos desde el año 768, Rey de los lombardos desde el 774 y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde el 800, cuando fue coronado “contra su voluntad” por el Papa León III, hasta su muerte en el año 814. Hijo del Rey Pipino El Breve, fue Virrey junto a su hermano Carlomán I y tras la repentina muerte de éste se convirtió en el único Rey de los francos. Su dedicado biógrafo, Eginardo, escritor franco del Siglo IX, lo describe como un hombre alto (1,92 m.), que siempre llevaba unos largos bigote y barba, con salud de hierro y muy buen apetito. Habría sido excelente nadador, pero practicaba todo tipo de ejercicio deportivo y militar desde su juventud. Admiraba las artes y las letras. Pero lo que le hizo más importante que nadie en su época fue su extremado poder. Recordemos que el Imperio Carolingio fue el gran Imperio occidental tras la caída del Imperio Romano.
Carlos I el Grande, o Carlomagno, heredó un reino restaurado y se dedicó a extenderlo, convirtiendo a la guerra en la institución nacional del reino franco. Cada primavera iniciaba una nueva campaña. Hizo el servicio militar obligatorio para todos los hombres libres. Su ejército no era muy grande, pero su caballería se consideraba prácticamente invulnerable. En este contexto histórico “galopa” la leyenda de Bayardo, un caballo infatigable que enfrentó con éxito el poder del temido y poderoso Carlomagno.
De origen sobrenatural, Bayardo era hijo de un dragón y una serpiente. Aparece por primera vez en las viejas canciones de gesta de la Francia del Siglo XII, específicamente, en la anónima “Los Cuatro Hijos de Aymon” (Quatre Fils Aymon). Según la leyenda, Bayardo habría sido liberado de una isla volcánica por el mago Maugris, primo de Rinaldo de Montauban (Renaud de Montauban), el mayor de los cuatro hijos del Duque Aymon, cuyos hermanos eran Guichard, Allard y Richardet. De acuerdo a lo que expone Thomas Bulfinch en su reconocido libro sobre Mitología, Maugris disfrazado le advierte a Rinaldo que un caballo salvaje, víctima de un encantamiento, deambula por el bosque, anunciándole que antes perteneció al Caballero Amadís de Gaula (Amadis of Gaul) y que sólo podría ser su nuevo dueño un Caballero del mismo linaje de Amadís. Así, Rinaldo va en busca de Bayardo, el caballo encantado, y logra someterlo, quebrando de esa forma el encanto que le aquejaba.
Para entonces, Rinaldo y sus hermanos ya habían sido nombrados Caballeros por el mismísimo Rey Carlomagno. Un buen día, Rinaldo jugaba una partida con el Duque de Berthelot, un sobrino del Rey, quien no pudo evitar que el mayor de los hermanos Aymon le cantara un definitivo “jaque mate”. La jugada sacó de quicio al perdedor Duque de Berthelot, que no pudo contenerse y agredió a Rinaldo. Naturalmente, Rinaldo reaccionó como todo un Caballero defendiéndose y se cuenta que corrió la sangre. Al enterarse de los hechos, el poderoso Carlomagno tomó partido, obviamente, a favor de su sobrino, obedeciendo al “llamado de la sangre”. En respuesta, Rinaldo pidió una reparación por las armas, en un duelo conocido como un “juicio de Dios”. Tal enfrentamiento terminó con la muerte del Duque de Berthelot.
Temiendo a la ira del Emperador, los cuatro hermanos huyeron, cada uno sobre un caballo. Rinaldo cabalgaba sobre los lomos de Bayardo. La larga huida acabó con la resistencia de los corceles de Guichard, Allard y Richardet, los hermanos de Rinaldo, que cayeron agotados por el esfuerzo. Sin embargo, Bayardo continuaba tan fresco como al inicio. Entonces, los tres hermanos de Rinaldo montaron junto a él sobre el impetuoso Bayardo. Éste, con una habilidad sobrenatural, ajustó el tamaño de su grupa, iniciando de nuevo su galope con los cuatro jinetes a cuestas, desarrollando una velocidad que ningún otro caballo podría alcanzar.
Fuerte e inteligente, capaz de comprender el lenguaje humano, Bayardo llevó a sus cuatro jinetes hasta el Bosque de las Ardenas, el corazón verde de Europa central, hoy en día ocupando terrenos de Bélgica, Luxemburgo y Francia. Allí, los Aymon construirían un castillo. Sin embargo, no quedaron eximidos de la furia de Carlomagno, quien insistió en aplicar castigo a Rinaldo y sus hermanos.
Obligado, Rinaldo debió ceder la propiedad del mágico Bayardo como “prenda de paz” al poderoso Emperador. Al recibirlo, Carlomagno, como castigo y venganza, hizo que le colocaran al cuello una gran piedra de molino, dando órdenes para que se le arrojara a las aguas del río Mosa, el más caudaloso de la región. Lanzado al río, lejos de hundirse, Bayardo, haciendo uso de su fuerza e inteligencia heroicas, destruyó la gran piedra con sus cascos y escapó, para vivir por siempre galopando en el bosque de las Ardenas. Según la leyenda, aun vaga libre en los senderos del bosque y en cada solsticio de verano su relincho se percibe y puede sentirse su galope en el viento.
Trascendencia
Bayardo fue el caballo más famoso de la Edad Media. A finales del Siglo XIII, su nombre tomó un uso común, utilizándose para identificar todos aquellos caballos de pelaje castaño, con crin y cola negras (caballos bayos), por lo que su leyenda perdió cierto brillo. Incluso en el Siglo XIV, el inglés Geoffrey Chaucer (1343-1400), usa su nombre en el poema épico Troilo y Criseida (Troilus & Criseyde) y en sus famosos “Cuentos de Canterbury”, donde le presenta como un caballo ciego, entre otras varias características que variaban con el relato. Sin embargo, su heroísmo siguió apareciendo en poemas épicos sobre temas caballerescos, superando el paso del tiempo. Fue citado por los renacentistas italianos Luigi Pulci (1432-1484), Matteo Maria Boiardo (1441-1494) y Ludovico Ariosto (1474-1533), este último incluyéndole en su famoso poema “Orlando Furioso”.
Finalmente, en la región de los extensos bosque y colinas de Ardenas, donde según la leyenda está presente el poderoso espíritu de Bayardo, durante el desarrollo de la II Guerra Mundial se combatió entre diciembre de 1944 y finales de enero de 1945, significando dicha batalla una importante victoria aliada ante la ofensiva alemana. A esa Batalla de las Ardenas se le considera la mayor y más sangrienta de todas las que se llevaron a cabo en la II Guerra Mundial.
En las Pistas
Con el nombre de Bayardo han aparecido en los hipódromos durante el Siglo XX y lo que va del Siglo XXI, hasta cinco purasangres, dos en Latinoamérica (Argentina y Colombia) y tres en Europa, incluyendo uno de actualidad, un ucraniano (16, Notrdam en Berlioza, por Avral) que figuró 2º en un clásico G3 en 2019.
Sin embargo, hubo un Bayardo inglés que es excluyente. Es casi una “leyenda” de la hípica inglesa y, ¿por qué no?, de la hípica mundial. Un caballo inusual no sólo por su calidad como atleta, sino por su versatilidad y por su notable éxito como semental, pese a morir demasiado joven, apenas a los 11 años.
Este “legendario” Bayardo, nacido en 1906, fue hijo de Bay Royal (1893, Hampton en Black Duchess, por Galliard) en el vientre de la matrona Galicia (1898, Galopin en Isoletta, por Isonomy). Tercer hijo de su madre, fue el segundo de ellos en llegar a las pistas y se convirtió en un ejemplar “inolvidable” para los que fueron testigos de su campaña, pues ganó 22 carreras de las 25 en que compitió. Debutando como 2 años en 1908, Bayardo nunca perdió en sus 7 actuaciones esa temporada. Entre sus victorias ese año estuvo el Middle Park S. (Newmarket, 1200m, grama) y el Dewhurst S. (Newmarket, 1400m, grama), ambos G1 en la actualidad, venciendo también en el National Breeders’ Produce S. (Kempton, 1000m, grama), la prueba mejor rentada exclusiva para 2 años de Inglaterra hasta 1932 inclusive.
El año siguiente se presentó poco auspicioso para Bayardo. La primavera en el histórico Manton Park (Willshire, Inglaterra), donde se alojaba Bayardo, fue fría y muy ventosa. El potro no la manejó bien y Alec Taylor, el célebre entrenador, supo que su ejemplar no estaría listo para las 2000 Guineas (Newmarket, 1600m, grama) y le avisó de ello a su propietario y criador A. W. Cox, pero éste quiso correr. Así, debutó como 3 años perdiendo su invicto, con un 4º lugar en esa carrera. Un accidentado Epsom Derby (Epsom, 2400m, grama), con la rodada de un ejemplar (Sir Martin), le causó serios inconvenientes a Bayardo, que caería derrotado por 2ª vez en su campaña. Sin embargo, ese “Derby” no dejaría ninguna secuela en el amor propio de Bayardo. En adelante, lograría 15 victorias consecutivas, las primeras 11 como tresañero (1909), venciendo en carreras icónicas de la hípica inglesa, tales como el Prince of Wales’s S. (Ascot, 2000m, grama), el Eclipse S. (Sandown, 2000m, grama), el Champions S. (Newmarket, 2000m, grama), y el St. Leger S. (Doncaster, 2920m, grama, 3:08.60), el tercer paso de la Triple Corona, cuyos dos primeros tramos había perdido.
A los 4 años (1910) ganaría en sus 4 primeras salidas, incluyendo el que fuera su principal objetivo esa temporada, la consagratoria Ascot Gold Cup (Royal Ascot, 4000m, grama). Sólo perdería la que fue su última actuación, la Goodwood Cup (Goodwood, 3200m, grama), donde cargó con 67 kilos a cuestas, perdiendo con un rival que llevó 16 kilos menos (Magic). Se despidió de las pistas con un excelente récord de 22-1-0 (25 acts.) y premios totales por £ 44.534.
Como se mencionó antes, Bayardo fue un brillante semental. Desgraciadamente, incluso para la cría mundial, murió muy pronto, afectado por una trombosis a los 11 años (1917). Fue Líder Semental póstumo por dos años consecutivos, tanto en 1917 como en 1918. Sus grandes ayudantes en dicho logro fueron un par de hijos que completaron la Triple Corona inglesa durante esas temporadas. El primero fue Gay Crusader (14, en Gay Laura, por Beppo), que ganó en 8 de sus 10 actuaciones. El segundo fue Gainsborough (15, en Rosedrop, por St Frusquin), quien triunfó en 5 de sus 9 salidas. Sin embargo, pese a lo poco que duró en la cría, Bayardo trascendió en el tiempo y a través de Gainsborough fue el abuelo paterno del extraordinario Hyperion (30-60, en Selene, por Chaucer), el “pequeño gigante” de la hípica mundial, un padrillo imprescindible que pudo expandir la influencia de su rama paterna, incluso hasta nuestros días.
Descrito por Richard Ulbrich en su invalorable Ulbrich’s Peerage, el “legendario” Bayardo era un caballo con una alzada un poco menor de 16 manos, de orejas caídas, que “tenía la costumbre de golpear ruidosamente su barbilla contra su cama (pesebre)” y tal sonido era conocido dentro de su establo en el “histórico” Manton Park como el eco del “tambor de Bayardo”. Como homenaje a su paso por este plano, según Ulbrich, con su piel cubrían las balanzas de los jinetes en Manton Park.